Un cielo abierto lejos del dolor.
Un cielo pintado de esperanza y de nuevas ilusiones. De armonía, amor y alegría. Un cielo que te abraza y te deja ligero, llevándose toda carga del pasado y del futuro.
Un cielo que exhala sobre ti pura calma, dejándote una sensación de plenitud y satisfacción por tu vida. Una paz absoluta que te traslada al lugar en el que existen todas las cosas que quieres y que te llenan.
Esa es la emoción que soñamos tatuarle a todas y cada una de las personas con las que trabajamos en nuestros proyectos de intervención social y en las actividades y eventos que realizamos. Ser amplificadores de la luz, de la paz, de la esperanza. De esa esperanza que se convierte en el motor de cambio y que es la semilla que sembramos para crear la sociedad en la que todos queremos y merecemos estar.
Una sociedad en la que el odio, la crítica, la desolación, la pobreza, la injusticia, la corrupción y todas las demás dificultades que vemos en el día a día, son sacudidas por el amor: el amor hacia ti, hacia mí, hacia la naturaleza, hacia todo cuanto nos rodea. El amor por nuestro proyecto de vida, y la esperanza de hacerlo realidad. Entendiendo que cuando actuamos guiados por el corazón y los valores, el cielo y el camino se nos abren para hacer realidad nuestros sueños y todo empieza a fluir de una manera maravillosa.
